Daniela, la tortuga que quería hablar
Cuento
Era el mes de octubre la arena de la
playa estaba fría, varias tortugas habían puesto sus huevos meses antes, ya era
el momento, los huevos uno a uno se fueron rompiendo y aquellas pequeñas
corrían hasta el agua lo más rápido que podían.
Solo quedaba un huevo por abrir,
dentro estaba Daniela esperando poder salir y acompañar a sus hermanos hasta el mar. Esperaba en silencio sin escuchar nada, solo de vez en cuando el viento movía el huevo, la pequeña Daniela se acurrucaba esperando poder notar el aire en su cara.
De pronto escuchó ruidos, algo estaba
tocando el huevo, una tenue luz entraba por donde se había roto la cáscara atravesando
la membrana que la cubría. Cuando pudo sacar su cabecita lo primero
que vio fue hermoso, le gustó mucho descubrir aquellos ojos que desprendían una luz y una paz que la hizo sentirse segura.
Escuchaba sonidos que salían de aquella
figura, le gustaba aquella entonación, sentía seguridad, confianza y fe. Daniela también quería emitirlos, lo intentaba sin conseguir que algo
tan hermoso saliese de su boca. No quería caminar hacía el agua, quería
quedarse con lo que ella consideraba que era su madre. Unas manos suaves y
tiernas la levantaron del suelo para acompañarla hasta lo que sería su hogar,
la depositaron con cuidado mientras quedaba encandilada escuchando aquellas palabras. Se fue arrastrada por el agua del océano, sin dejar de mirar la silueta que
quedaba en la orilla.
Pasaron los años, Daniela veía muchas
veces figuras similares a la que consideraba su madre, pero sabía que no era
ninguna de ellas, intentaba acercarse para aprender a hablar y así poder decirle a su madre cuanto la echaba de menos, escondida escuchaba las palabras y los sonidos que emitían, sin embargo, nunca fue capaz
de poder hacer lo mismo.
Una noche nadaba alegremente por el océano de aguas cristalinas observando a otras especies cuando algo duro y
grueso se coló por su cabeza, cuanto más intentaba sacar aquello más le oprimía
el cuello y no lo dejaba respirar.
Como pudo se fue acercando a la orilla de
la playa, la respiración era muy débil y se sentía sin fuerzas. Cuando pensaba
que ahí se acababa su vida, unas manos la acariciaron y vio aquellos ojos,
aquella persona era su madre, allí estaba emitiendo aquellos hermosos sonidos y dándole el aire que le estaba faltando
cortando aquello que tanto le oprima su cuello.
Se fue caminando hacía el agua sin perderla de vista, supo que nunca podría hablar, si bien entendió que no le hacía falta, pues solo con mirarla se sentía querida, descubriendo que el amor era así, simple. Cada año por las mismas fechas regresaba a aquella playa donde había nacido, donde vivía su madre.
Me encanta esta historia
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminarQue lindo relato y aunque es cierto que los animales no hablan dicen mucho con su mirada o actos. Y lamentablemente millones de tortugas sufren las consecuencias de la contaminación marítima, ojalá las personas fueran más consientes de lo que sufre la fauna.
ResponderEliminarQue cosa más hermosa, amo los animales, amo leer sobre ellos y pensar como ellos... me envolviste en esta historia al punto de sentirme como esa niña que leía a sus 8 años historias parecidas.
ResponderEliminarAii con lo que nos gusta a noostras las tortugas y esta historia nos ha robado el corazón. Gracias por compartilo!
ResponderEliminarhola guapa, que relato mas impactante y precioso, me ha encantado sobre todo el principio del nacimiento de la tortuguita daniela, es realmente bonito y te lo llegas a imaginar, y si, con una mirada se puede decir mas que con una palabra.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarNo sabes lo que me ha enternecido este relato.
Estuve un tiempo , cuando vivía en Barcelona, de voluntaria en una asociación animalista, y una de las veces tuve la suerte de custodiar un nido de huecos de tortugas, aunque lamentablemente no pude verlas nacer (porque no era mi turno, y al no estar cerca solo pude ver los huevos explosionados).
Los humanos tenemos eso, podemos ayudar a que la vida siga hacia delante o hacer todo lo contrario. La pena es que aunque no seamos conscientes, fomentamos más lo segundo (solo hay que ver los mares).
Un relato precioso, de esos que espero, a muchos les de por pensar.
Besotes
Una historia muy bonita, estoy sorprendida. Acostumbrada a escuchar que se roben huevos de animales para traficar con ellos...Aún quedan personas buenas para echar una mano,bss!
ResponderEliminarMuy bonita historia, me gustó que el final tuviera un giro inesperado y alguien auxiliara a la pequeña tortuga.
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