El cuarto pasajero
Los viajes en solitario
invitaban a fijarte en el resto de personas con las que compartías vagón.
Durante la primera hora, descubrías que todos tenían una vida, algunos
excelentes y otros problemáticos o tristes.
Por muchos viajes que se
realizasen, miles de personas con sus problemas compartían un tiempo y un
espacio, algunos viajaban ajenos a lo que otros pensaban, la mayoría estaban
más pendientes de lo que hacías, como vestías, que leías o si dormías.
Durante ese viaje,
entraron tres personas en el vagón número seis, dos de ellas saludando
amablemente, la tercera, se sentó sin decir nada, con la cabeza baja, el gesto
triste.
Durante parte del
trayecto, esos tres viajeros tenían algo especial, invitaban a fijarte en cada
uno de ellos, podía ser una manía como otra cualquiera, sobre todo para alguien
que se pasaba el tiempo viajando, el poder estudiar el comportamiento humano te
enseñaba a ver tus propios errores, comprender la mente en distintas
situaciones, podríamos decir que poco normales.
Uno de los pasajeros era
una mujer joven, de unos veintiséis a treinta años, muy atractiva, morena de
pelo y de piel, de unos sesenta y cinco kilos, con una altura de más o menos un
metro setenta, vestía un pantalón gris con sandalias del mismo color que
combinaba con una camiseta blanca.
Llevaba su teléfono en la
mano, dándole vueltas, sin saber si realizar o no una llamada. Su rostro estaba
desencajado porque había llorado, se le notaba con ganas de volver a llorar, no
lo hacía, miraba a los otros viajeros para contenerse. Finalmente hizo la
llamada.
—Hola, soy yo. No quiero
que lo dejemos— Se Intuía que la persona de otro lado del teléfono, le decía
que todo había terminado.
—Por favor, necesito otra
oportunidad, no puedo vivir sin ti— La impresión era que su interlocutor no
quería saber nada. Ella, estaba muy triste, varias lágrimas corrían por su
mejilla, en ese momento no le importaba el no estar sola. Colgó el teléfono, se
le quedó mirando como esperando que sonase, que aquella persona a la que le
había pedido otra oportunidad se arrepintiese y la llamase.
El hombre que había
entrado sin saludar, con tristeza en sus facciones, la miró como queriendo
consolarla, sin embargo, en ese momento no dijo nada, aquel hombre tendría unos
cincuenta años, estaba muy delgado, sus manos callosas lo describían como un hombre
de campo.
Vestía un pantalón
vaquero muy gastado con una camisa de cuadros en la que los colores ya se
habían difuminado.
Llevaba una foto en sus
manos, la tocaba delicadamente, se agarraba con fuerza a una bolsa que llevaba
sobre el regazo, de vez en cuando miraba por la ventanilla, de pronto, miró a
aquella mujer que intentaba reprimir sus lágrimas.
—Veo que estás triste, yo
también lo estoy, acabo de perder a mi mujer, el amor de mi vida, llevo sus
cenizas para esparcirlas en su campo favorito, donde nació, donde nos
conocimos. No estés triste, porque es peor esta perdida, tú eres joven, muy
guapa, encontrarás el gran amor, te olvidarás de este sufrimiento.
La joven lo miró, y le
dio el pésame, se le notaba que no quería conversación, continuó jugando con su
móvil, esperando escuchar una llamada.
El tercer hombre, parecía
ajeno a todo lo que estaba pasando en el vagón, iba con los ojos cerrados, se
hacía el dormido, tendría unos veinte años, muy alto, con barba y pelo largo.
Llevaba unas gafas redondas que le daban un aspecto intelectual. Vestía con
traje gris, camisa blanca sin corbata. Abrió los ojos, miró a su alrededor,
parándose unos segundos en cada uno de los viajeros.
Le dio el pésame al
hombre que había perdido a su mujer y luego miró a la joven, con un tono de voz
pausado le dijo:
—A veces el amor no es
correspondido, no por ello no tiene que doler, claro que duele, pero no
insistas, porque es peor que alguien te quiera por obligación, yo lo he vivido
y ha sido mucho más doloroso vivir así, que haberla perdido.
La joven, sabía que
estaba en lo cierto, sin embargo, en ese momento, solo quería que su amor
volviese, sufría por aquella ruptura, miró a aquel hombre, diciéndole que lo
sentía.
El joven sacó un libro, e
hizo que leía.
Otro viaje que llegó a su
destino, los tres bajaron en la misma estación, cada uno en busca de su camino.
Él, tenía que seguir en aquel vagón, esperando a otras personas, con otras
vidas, con otras historias. Deseoso de que algún día pudiese contar la suya,
poder relatar lo que le había pasado, porque estaba allí, porque no podía
bajarse en ninguna estación, quería sentir la mirada viva en lugar de miradas
vacías que pasaban de largo sin observarle fijamente.
Hola guapa, pues es verdad que hay determinado viajes en tren que dan para poder observar a todos los que te rodean, me pasa a menudo aunque nunca he entablado conversacion con nadie, a ver que pasa en mi proximo viaje! una escena muy interesante! besos
ResponderEliminarHumm qué intrigante final lleno de dudas... Yo soy de las que me entretengo observando a la gente e imaginado qué historia tendrá cada uno. Ya sea en un tren, avión, autobús, etc. Se me pasa el tiempo volando!
ResponderEliminarBesazos
¡Hola!
ResponderEliminarLa verdad es que voy mucho en tren (es mi modo de desplazarme hacia el trabajo) y algunas veces, cuando el vagón está en calma, sí he pensado en cómo debe ser la vida de mis acompañantes, y más si algo de ellos llama mi atención.
Espero que haya más historias de ese vagón y saber si el cuarto ocupante puede contarnos la suya.
Besotes
Hola!
ResponderEliminarDespués de esta historia he quedado con la intriga, pero también con la sensación de que yo misma a veces puedo ser el cuarto pasajero de ese tren y no saberlo, escuchando historias de otros cuando me adentro realmente en una lectura. Tu relato invita mucho a pensar.
Excelente, esta genial. Saludos!
Hola!
ResponderEliminarEl tren me parece un motivo literario fenomenal. Creo que este te lo has currado un montón. Ese cuarto pasajero, sin nombre, sin misión, permite al lector que se identifique con él y que conecte más con el relato. Gracias por compartirlo con nosotros.
Un besote!! ^,^!!
ELEB
Me ha recordado un viaje en tren Burgos-La Coruña hace mil años y al ser tan largo me sentí como ese pasajero. De hecho me deje hasta un libro olvidado en el tren, ya que ne dio tiempo a terminarlo en el trayecto. Un abrazo
ResponderEliminarHola guapa! Me ha encantado tu relato y me ha gustado mucho porque me ha recordado que hace años viajaba mucho en tren y me pasa más o menos lo mismo que tenia tiempo para observar y conocer las vidas de los acompañantes. El final me ha dejado con ganas de saber la historia del viajero que se queda en el vagón. Buen relato, gracias por compartir. Un abrazo.
ResponderEliminarTodos tenemos una historia, hay quienes saben disimular y aparentan estar siempre bien, hay quienes, como estos viajeros, no pueden no mostrar su dolor. Todo es pasajero, pero está bien exteriorizarlo, porque sino duele más, bss!
ResponderEliminarCuando cojo transporte público, también observo a los demás viajeros. Creo que en algún momento lo hacemos todos. Y obviamente, uno se puede reflejar en ese pasajero.
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarAy me ha gustado mucho este texto porque es cierto, todos tenemos una historia y siempre que voy en transporte publico pienso en las de los demás
La frase final sobre ese pasajero tan peculiar me ha puesto los pelos de punta
un besazo
Hola, me ha gustado mucho el relato. No suelo ir mucho en tre ni en metro porque en mi isla no hay, pero cuando viajo fuera y voy en él, siempre imagino que historia tendrá cada una de esas personas que abarrotan el andén o el vagón del metro. Saludos
ResponderEliminarHola, me ha gustado mucho este relato y me ha venido a la cabeza Jueves de la Oreja de Van Gogh, aunque este relato es una historia más bonita. Yo suelo ir en autobuses y trenes y por eso me ha encantado.
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