La tía Pepa, una historia real de una mujer excepcional.
La tía Pepa nació en 1892, era una mujer pequeña, atrevida,
inteligente a pesar de no haber tenido estudios, de no saber leer ni
escribir. Toda su vida fue una lucha
continua, trabajando duramente en el campo y cuidado de su familia, perdió un
hijo con veinticinco años debido a la tuberculosis, sobre este hijo también tengo algo
que contar, lo cual haré en otro momento, puesto que ahora es el momento de la
tía Pepa, mi bisabuela, con ella me crie junto con mis hermanos y mis padres.
Llegó a conocer a una tataranieta hubo un momento que había cinco generaciones
en una misma casa.
Mi bisabuela tenía 98 años cuando le dio un derrame cerebral
y a pesar de ello aún vivió durante quince días, en días tuvo momentos
de lucidez en los que llegó a reconocer a su familia, la cual en todo momento
estuvo a su lado, nunca estuvo sola, siempre acompañada por cada uno de
nosotros.
La tía Pepa, era una mujer creyente aunque no practicaba lo
de ir a misa o interactuar con las cosas de la iglesia, contaba anécdotas que
había vivido desde muy joven, como cuando se levantaba a las cinco de la mañana para caminar cuatro kilómetros cargada con legumbres para vender en el mercado, decía que
una vez ella y otras dos mujeres cuando hacía ese recorrido al pasar por
delante del cementerio habían visto a la santa compaña, personas vestidas de
blanco con farolillos caminando en fila a las que no se les podía mirar a los
ojos, puesto que si lo hacías verías tu futuro y tu muerte, les miraban a los
pies lo cuales no tocaban el suelo. Ella contaba esta historia muy segura de lo
que había visto.
Como decía, era una mujer creyente, siempre que había alguna
enfermedad en la familia, te ofrecía a algún santo, o ella misma se ofrecía
para ir.
El día de su muerte la lloramos sin consuelo, la tristeza
era tan grande que nos dolía el alma y las lágrimas eran interminables.
Ella quería ser velada en su casa y ser enterrada con al
hábito de la Virgen de los Dolores y así fue, se cumplió su última voluntad tal
y como ella lo había expresado tantas veces.
Siete días después de su muerte, ella volvió, nadie se lo
podía creer, primero acudió a su nieta, mi madre, rascando en el cabecero de su
cama con sonidos guturales, mi madre nos lo contaba y nadie la creía, no la
creíamos porque pensábamos que era tan grande su dolor y que todo estaba en su
mente.
Ninguno de nosotros creía en historias del más allá, y yo
mucho menos, tenía muy claro que tras la muerte ya no había nada más, por muy
triste que eso pareciese.
Durante una semana mi madre estuvo recibiendo esa visita
todas las noches, nos decía que era ella, que algo pasaba y que no sabía qué
hacer.
Nadie de la familia lo podía creer, pues ninguno creíamos en
fantasmas, todos lo teníamos muy claro, se nace, se vive y se muere, sin más, también
hay que reconocer que a la mayoría nos gustaría saber que la muerte no es el
final, que nuestra alma viaja a otra dimensión donde puede vivir otra vida sin
tener más recuerdos de la que ya ha vivido.
Lo que realmente me desconcertó, me asustó y me hizo pensar
si realmente estaba equivocada en todo lo que pasa una vez abandonas esta vida,
fue lo que me sucedió una noche.
Algo terrible pasó esa noche que me hizo dudar de todas mis creencias, todas las noches antes de dormir leía. Estaba leyendo un libro
que nada tenía que ver con lo que sucedió, porque podía tener una explicación
lo sucedido si el libro fuese de historias de terror o del más allá, pero no
era el caso, el libro era una historia de amor de las que enganchan y de las
que invitan a continuar hasta saber el final.
Estaba acostada en la cama
leyendo, ya era tarde y dejé el libro sobre la mesita de noche, me coloqué boca
arriba y apagué la luz.
¡Dios mío! de repente sale del cabecero de mi cama una brisa
de aire tan fuerte que movió toda la habitación, me quedé petrificada, no sabía
lo que pasaba y no me atrevía a moverme, no puedo calcular cuánto tiempo estuve inmóvil,
no puedo decir cómo fui capaz de mover mi brazo hacía la luz y encenderla, inmóvil miré toda la habitación, giré la cabeza hacía el cabecero y nada se había movido,
excepto la ropa de cama que me cubría, una sábana y un edredón, ambos estaban a
los pies de la cama enrollados como si lo hubiesen hecho dos manos desde el
principio hasta el final.

A partir de ese día, durante muchos años no pude dormir con la luz apagada, tarde unos días en contar lo que me había pasado y mi
madre sin perder más tiempo visito a una señora que tenía fama de hablar con el
más allá, cuál fue su sorpresa que esa mujer le hizo una descripción exacta de
mi bisabuela, le dijo que era una mujer con muchas promesas pendientes y no
podía encontrar la luz, que había acudido a mi madre y al no hacerle caso,
había acudido a mí.
Decía que las personas con muchas promesas sin cumplir no
podían abandonar su casa, estaban perdidos en la oscuridad y había que
ayudarles a encontrar la luz.
Nos dio unas pautas a seguir para ayudarla, colocar una vela
encendida detrás de su foto, bendecir la casa y tener la vela encendida durante
siete días.
A los siete días mi madre cuenta que mi bisabuela volvió
para darle las gracias y a partir de ese día todo se quedó tranquilo y nunca más
volvió a pasar nada.
Todo esto suena fantástico y puedo decir que a pesar de
haberlo vivido me cuesta tanto creer que le he dado muchísimas vueltas, lo he
contado en reuniones de amigos y comprendo que es muy difícil de asimilar, no
puedo darle una explicación coherente, simplemente es lo que sucedió.
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