El demonio perece en el puente





El demonio perece en el puente

Había despertado con mucho dolor, sudando frío, con arcadas y con calambres en todas las partes de su cuerpo. Pensaba, cuánto tiempo más duraría todo ese calvario, llevaba dos años luchando contra aquel demonio que la estaba consumiendo física y moralmente.

Cuando se lo habían diagnosticado, creyó que el mundo se le caía encima, estaba sola, no tenía un hombro donde apoyarse, no tenía con quien llorar.

De casa al hospital, había sido su rutina durante aquellos dos largos años, había tenido momentos de acabar con todo y dejarse ir, había tenido momentos muy lúcidos en los que luchaba contra aquel demonio que se había apoderado de su cuerpo y de su alma.

Esa noche se consideraba afortunada, no tenía dolor, no tenía sudores, no sentía arcadas, parecía que el demonio había conseguido dormir para que ella pudiese tener un momento.

Eran las dos de la mañana, se vistió y decidió dar un paseo en la noche, decidió salir a mirar las estrellas, a sentir el silencio, aprovechar ese momento que le había regalado su demonio.

Caminó disfrutando de cada momento, cuando llegó a aquel puente romano del siglo I, el cual no tenía más de 400 metros, que estaba formado por once arcos, algunos de los cuales habían tenido que ser reparados tras haber cedido por el paso de los siglos.

Tan pronto pisó el puente, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, pensó que el demonio se había despertado, se quedó quieta mirando al suelo y dando gracias por aquellos minutos, aunque corto, le había permitido ver la noche tal y como era. Dio otro paso más y se sintió bien, continuó caminando por aquellas piedras que se habían colocado a mano por personas que ya no estaban, aquellas piedras que habían recibido a lo largo de todos aquellos años miles de transeúntes que cruzaban sin creer en toda la historia que había tras cada paso que daban.

En la mitad del puente se quedó mirando al otro lado, todo se había iluminado, había gente paseando, niños corriendo, puestos de frutas en la calle de adoquines, aquellas casas unas con balconadas y otras con ropa tendida, miraba para la parte que ya había andado del puente, estaba oscura y la otra parte estaba viva. Se quedó mirando aquella gente, gente de antaño, ajenas a su persona, gente con su vida.

No sabía qué hacer, si seguir caminando o dar la vuelta, de pronto una mujer muy mayor se le acercó, le tendió la mano, invitándola a cruzar a aquella parte del puente. Era una mujer con la mirada tierna, con su rostro curtido por el paso de los años, una mujer que caminaba lentamente, agarrando la fría y delgada mano de aquella débil mujer.

Cruzaron una calle, notaba como los adoquines se clavaban en las plantas de sus pies, así como el olor a fritos y a tabaco. Se detuvieron delante de una casa y la mujer con aquella mirada dulce le explicó:

—Aquí es donde tú vives, aquí mismo está situada tu casa, ahora es la mía, compartimos un espacio en el tiempo, noto tu dolor, observo tu lucha, me doy cuenta de lo sola que estás, en ese mundo que te tocó vivir. Tú lucha tiene que empezar desde tu interior, tienes que dominar a ese demonio que llevas dentro, tienes que dejar de tener miedo, pues el demonio se alimenta de los miedos, de la tristeza, no te abandones, y si pierdes la batalla que no sea por no haber luchado.

Miraba a aquella mujer y pensaba que más le podía pasar, había llegado a desvariar, a tener sueños reales, había llegado a perder totalmente la cordura.

Suponía que casi prefería haber perdido toda la cordura, pues nunca se había sentido mejor, no tenía dolor, no tenía esos sudores que la consumían, no sufría. Sintió que realmente estaba en su casa, que el demonio se había quedado en el futuro, que no había cruzado el puente, que por fin la había dejado sola.

Se despertó en su cama, con su vida, con su demonio. Se miró al espejo y vio un brillo distinto en aquellos ojos que llevaban mucho tiempo apagados, miró a su alrededor y simplemente dijo: “Gracias, esta batalla aún no está perdida, haré todo lo que pueda por vencer y venceré; ahora sé que no estoy sola, tú estás aquí conmigo, lo sé”.

Vio el reflejo de aquella mujer en el espejo y supo que, a partir de ese momento, le había ganado una batalla al demonio y estaba dispuesta a ganar también la guerra.

El demonio perece en el puente



Comentarios

  1. Hola guapa, que bonito el texto, la verdad es que tocas temas muy diferentes y en todos ellos sobresales por como cuentas las cosas y lo que nos haces reflexionar cuando leemos! lo del demonio y la mujer me ha gustado, tambien como lo vive la protagonista! besos

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  2. Hola
    me ha gustado mucho el texto y me ha hecho pensar en los demonios personales que me han acompañado como a ella. Hace tres años casi se nos cae el mundo encima, pero al final conseguimos despertarnos y saber que estábamos ahí. Gracias por compartirlo con nosotros.
    Un besote!! ^,^!!
    ELEB

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  3. Que miedo !! Cuantos demonios guardamos dentro y que hay que afrontar. Es mejor sacarlo todo afuera aunque duela, aunque las fuerzas de enfrentarse parezcan flaquear

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