El alma del mar
No había tenido recuerdos
de aquel hombre desde hacía mucho tiempo, después de conocer la historia de mi
familia, me di cuenta que yo era la única que podía verlo cada vez que
regresaba a llevarse un alma.
Amanecía, aquel hombre seguía allí, resguardado por los árboles que daban sombra a su cara, no era posible distinguir sus facciones ni ver sus ojos. Era el tercer día consecutivo que tanto al salir como al entrar en casa veía aquella sombra mirarme fijamente, sin embargo, mi instinto me decía que aquella mirada no era amenazadora, más bien era triste, cansada, apenada. Cada vez que le veía, no podía dejar de sentir escalofríos. Al tener que pasar por delante no me atrevía a mirarlo, caminaba cabizbaja buscando un punto cercano a mis pies, evitando que mi curiosidad le demostrase interés por su persona.
Tenía esa sensación cada vez que
lo veía, durante tres días allí estaba, mirándome, luego desaparecía y con él
alguien de mi familia.
Varios años llevaba visitando
esa casa heredada, una casa antigua, acogedora, en la que había pasado muchos
veranos de mi niñez. Recordaba el crujir del suelo al paso de mi abuela cuando
se acercaba para vigilar lo que sus nietos hacían. Me venía a la memoria el olor de la cocina a
las horas de las comidas y de las cenas, rememoraba el sonido del agua al pasar
por aquellas viejas tuberías, aquel olor a naftalina al abrir los armarios,
revolver en el ático a pesar de tenerlo prohibido, jugar a descubrir quiénes
eran las personas de aquellas fotos tan antiguas. Entrar en aquella casa era
revivir un cúmulo de sensaciones que te transportaban a la niñez, a los años
donde la inocencia te permitía descubrir nuevas emociones.
La puerta de un color
verde oscuro estaba cerrada, solo con mirarla el tiempo se detuvo, una oleada
de recuerdos afloró a mi mente, mis recuerdos se desplazaron hasta los siete
años de edad, nunca había pensado en ese día, sin embargo, en ese momento el
primer recuerdo que invadía mi memoria era aquella tarde oscura, aquel hombre
bajo los árboles me miraba levantando la mano con intención de saludar, su
mirada tenía ese toque triste y a la vez amable, todo su ser desprendía
misterio. Mi inocencia de niña me decía “acércate”, por el contrario, oía en mi
mente las palabras de mi madre “no hables con desconocidos” “no te acerques a
nadie que no conozcas”. En aquel momento
quería acercarme, no me daba miedo aquella figura inmóvil, si me daba temor el
castigo por parte de mamá, lo que me hizo dar la vuelta, entrar en casa al
tiempo que pensaba ¿qué querría aquel hombre de mí? Como si hubiese escuchado mis pensamientos,
pronunció una frase, la voz era dulce, sin acento, sin música, como si la
hubiese grabado.
—No tengas miedo,
acércate, solo quiero verte.
Mis pies se movieron
rápidamente, corrieron hasta la casa, entré sofocada por la carrera e impresionada
por aquella mirada, así como sorprendida por aquella voz, me acerqué hasta la
cocina, pude ver a mi padre mirándome con los ojos cubiertos de lágrimas, con la
mirada perdida en un punto de mi cara, no se atrevía a mírame a los ojos. Se
movió lentamente, me abrazó tan fuerte que casi no podía respirar, al oído,
entre sollozos con palabras entrecortadas, susurró:
—¡Lo siento cariño, lo
siento mucho! su último pensamiento fue para ti, por ti velará desde donde
esté.
Papá me había levantado, podía ver la ventana que daba a la calle a aquel viejo sauce arropado por los demás árboles, junto a ellos a mi madre llevando su mano a la boca para mandarme un beso. En ese momento no entendía nada, ni porque lloraba mi padre, ni porque oía sollozos en la otra habitación. Aún en brazos de papá, llegamos a la habitación donde pude ver a mi abuela, a mis tíos, a mis primos alrededor de la cama donde dormían mis padres, la familia se iba apartando, fue entonces cuando vi a mi madre dormida, su rostro parecía tener una sonrisa, para una niña de siete años aquello era incomprensible, cuando dos segundos atrás la había visto junto a aquel árbol acompañada por aquel desconocido, ahora estaba ahí, en su cama, durmiendo. Tuvo que pasar una hora para que pudiese entender que mi madre no estaba durmiendo, que ese sería el último momento que podría verla.
Recordar esa tragedia me hizo retroceder a todo el dolor que llevaba años arrastrando. Resultaba increíble como con el paso de los años regresar a aquella casa me había sumido en los recuerdos de aquel triste día, mis ojos se llenaron de lágrimas, el dolor había aflorado, sentía cada día sin mi madre, una pena que se había mitigado con el tiempo pero que nunca había desaparecido, me giré de nuevo, volví a mirar a aquel hombre, era el mismo que años atrás había estado ahí, pero ahora no estaba mi madre, cuanto hubiera deseado volver a sentir aquel beso, recordar su cara, sus facciones, su sonrisa, su amor.
Y los recuerdos
continuaban manifestándose, aquel hombre regresó de nuevo veinte años después
de llevarse a mi madre, allí estaba cuando mi abuela me llamó porque tenía algo
que contarme, su voz sonaba triste, me hizo prometer que iría a verla. Recuerdo
como la llave había entrado fácilmente en aquella cerradura antigua, la puerta
se abrió con su ruido característico, siempre hacía aquel ruido cuando era
invierno, la vieja madera se humedecía, para volver a cerrarla había que
empujar tan fuerte que el ruido retumbaba en aquellas viejas paredes. La noche
era muy oscura, dentro de la casa la luz era tenue, ella estaba sentada en una
mecedora, moviéndose lentamente mientras sus ojos abiertos estaban fijos en un
punto con la mirada perdida, cuando me acerque para darle un beso, me miró,
esbozó una sonrisa, tras una pausa se levantó, caminó con paso firme, aunque
lento, colocó sobre la mesa de pino macizo dos tazas de café, las dos nos
sentamos en aquella mesa gastada por el tiempo. Apartó un jarrón con flores de
plástico, no quería que le estorbase, quería que sus palabras me llegasen sin
interrupciones.
—¿Qué pasa abuela? ¿Cómo
te encuentras hoy?
Cuando respondió lo hizo
con un hilo de voz, como si tuviese miedo de que alguien la escuchase.
—Hoy es un día
importante, el mundo se está parando, no tengo mucho tiempo, lo sé, no tengo
miedo, no tengo pena, he vivido lo suficiente...
—Abuela, no digas eso...
— Espera....
No dejo que terminase la
frase, me tocó la mano con suavidad, estaba caliente, su contacto era tierno,
cálido.
— Hace mucho tiempo, yo
era una niña muy pequeña o quizás ya muy grande, no sé...
—Tú siempre fuiste grande
abuela....
—Por favor....
Esta vez me volvió a
interrumpir con un tono de voz algo más fuerte.
— Déjame hablar a mí,
tienes que saber una historia, solo te la puedo contar yo, es mi deber
Hizo un
descanso como queriendo coger aíre.
—Era el año 1890, un
buque inglés naufragaba en la Costa de la muerte, viajaban ciento setenta y
cinco personas, solo tres se salvaron de una terrible muerte, un hombre tu
bisabuelo vio toda aquella tragedia desde tierra, su destino era estar allí. Las
olas cubrían el buque que poco a poco iba desapareciendo en el mar, tu
bisabuelo estaba atónito, el viento era tan fuerte que no podía moverse, pero
sin dudarlo se tiró al mar, ¿sabes? del buque fallecieron ciento setenta y dos
personas, pero de tierra falleció una, tu bisabuelo, el mar lo tragó, nunca nos
devolvió su cuerpo, no nos permitió enterrarle, se quedó con él, hasta veinte
años más tarde.
—¿Qué me dices abuela?,
¿el mar ha devuelto el cuerpo del bisabuelo?
—No querida, no ha devuelto
el cuerpo, ha devuelto su alma, cada veinte años, él vuelve, está tres días y
alguien de esta casa se va con él. Así pasó con tu bisabuela, con tu madre,
ahora me toca a mí.
—¡Abuela por Dios!, ¿Qué
me estás diciendo? —había dicho esas palabras sin sentido, lo que su abuela ni
nadie sabía es que podía ver a aquel hombre, ahora sabía quién era y a que
venía. No dijo nada, dejó que su abuela continuase.
—Nunca se ha hablado de
esto, todos nos hemos resignado a saber cuándo nos íbamos a ir, de cuánto tiempo
disponíamos para despedirnos, para dejar terminado todo lo pendiente, para
rezar, llorar, reír, abrazar. Él, regresa a buscar a uno de su familia, solo el
que se va es el que puede verlo.
Mi cuerpo estaba
inquieto, no podía dar crédito a lo que estaba escuchando, mi abuela lo estaba
viendo igual que yo lo veía. Me acerqué a ella, la abracé, no quería decirle
que llevaba desde la muerte de mamá viéndolo cada veinte años. Me agarro de
nuevo de la mano, nos abrazamos. Al oído con voz baja y tranquila susurro.
—Tu bisabuelo está ahí
afuera, tan pronto yo me vaya desaparecerá hasta dentro de veinte años que
volverá a buscar al siguiente.
Ya no pude apartar con
facilidad su cuerpo del mío, se había quedado tranquila, la recosté sobre la
silla, la miré, sus ojos estaban abiertos, le pasé la mano para cerrarlos, como
pude me acerqué a la ventana para mirar a aquel hombre bajo aquellos árboles,
pude distinguir su cara, su tristeza, sus ojos empañados por lágrimas, a su
lado mi abuela echándome un beso, de pronto todo quedo parado por el tiempo, de
vuelta a la realidad despedí a mi abuela como se merecía.
Desde aquel día, veinte
años pasaron muy pronto, él volvió, allí estaba bajo aquellos árboles, me di
cuenta que había vuelto por mí, no sentía miedo sabía que tenía tres días para
arreglar mis cosas, para despedirme de la poca familia que quedaba, de amigos,
para dejar escrito que entre la vida y la muerte existía un hilo tan fino que
era imposible verlo, solo unos cuantos tenían esa oportunidad, muy pocos sabían
el momento y el día. Desconocía porque tenía el don de ver a mi bisabuelo todos
los años que se acercaba a buscar un familiar. Me acerqué de nuevo hasta la
ventana de la cocina, él seguía allí, igual que hacía veinte y cuarenta años
atrás, le miré fijamente, le oír decir que me acercase.
Esta vez no tenía siete años,
me acerqué, no había nadie, él ya no estaba, me senté a llorar con sentimientos
de alegría mezclados con tristeza, sin conocer realmente si aún pertenecía al
mundo de los vivos o ya estaba en el de los muertos. No puedo recordar el
tiempo que estuve sentada bajo aquel viejo sauce, si todo lo acontecido durante
esos tres días fueron reales o un sueño, no pude diferenciar cuál era la
realidad.
Me levanté, con paso
lento caminé hacía aquella casa que tantas generaciones había albergado,
acogido, resguardado, la casa de la familia. Al entrar oía voces, no podía ser,
nadie vivía allí, solo yo, ¿Quién había entrado mientras estuve bajo aquellos
árboles?, me acerqué con sigilo hasta la habitación de donde salía el murmullo,
varias personas estaban arrodilladas en el suelo, escuchaba mi nombre, desde la
puerta intenté que me escucharan, pero nadie se giraba, toda aquella gente miraba
lo que había en el suelo, al acercarme pude verme, allí inmóvil estaba mi
cuerpo tumbado sobre el piso de madera. Nadie percibía mi presencia. A pesar de
intentar explicarles que pasaba, no me escuchaban, intenté tocar a un hombre
que zarandeaba mi cuerpo, no pude, mi mano se hundió en su hombro sin que él se
diese cuenta de nada. Al mirar hacia la puerta,
puede ver a aquella niña clavando sus ojos en los míos, sentir su terror, su
miedo, como su mirada iba de la mujer que estaba en suelo a la mía, ella era la
única que podía verme.
Mis ojos fijos en los de esa niña se tornaron amables, le sonreí, ella desvió la mirada hacia otro lugar, tímidamente volvió a observarme, noté que su miedo desaparecía, todo se estaba tornado de un color púrpura, de una luz intensa, una paz cándida, notaba el calor de los míos que habían acudido a recibirme, a acompañarme, a llevarme con ellos, me tendían sus brazos, cada vez que los miraba podía recordar todo lo olvidado, todos aquellos momentos que formaron parte de mi vida. Aquellos instantes se tornaban tan nítidos que era como si tuviese otra nueva existencia, ahí me di cuenta que todo había terminado conmigo, la última de esa generación, la que haría que mi bisabuelo pudiese descansar junto a toda su familia. El mar había resguardado los sentimientos al igual que custodiaba las olas, nos había dotado de un sentido especial que nos permitía estar juntos para siempre.
Un relato con mucha intriga y a la vez algo tenebroso, tiene mucho sentimiento como todos tus relatos, podemos ver esos arboles y en mi mente también he visto ese buque ingles en la costa da morte. Me ha dejado con ganas de más.
ResponderEliminarUn besazo!
Hola guapa, un relato mas largo de lo que normalmente escribes, veo que estabas muy inspirada, me ha encantado porque lo has relatado de manera que visualiza todos los detalles, que interesante además, has cambiado un poco del mes pasado, ahora es más intrigante todavía, que ya lo eran, imaginate, besos
ResponderEliminarLa verdad que las historias de las abuelas siempre son geniales y siempre gusta escucharlas y este relato que nos muestras nos ha dado a la vez mucha intriga con muchos senumientos. Nos encanta cada uno de los relatos que nos muestras. es un placer siempre leerte
ResponderEliminarHola guapa, pues mira, creo que este es el relato mas largo tuyo que he leido y me ha gustado leerte tambien en una mayor extension, lo he disfrutado mucho mas, asi que no me importa leer otros! me ha gustado mucho lo cargado de detalles que ha sido y como has tratado los personajes! todo un acierto! besos
ResponderEliminarHola, guapa
ResponderEliminarEste relato es un poco más largo que los otros y me gusta como lo desarrollaste. Es intrigante y da un poco de miedo toda las historias, pero creo que eso es lo que la hace interesante. Me gustó los detalles que agregaste y el desarrollo de los personajes.
La verdad es que esta vez nos has deleitado con un relato más largo, e intrigante, me gusta la forma de presentar la historia y me ha dejado con ganas de más creo que podrías hacer una segunda parte supongo que alguno de los personajes podría vivir en otro de tus relatos, me encanta narración, espero seguir leyéndote
ResponderEliminarHas logrado ponerme los pelos de punta y que no despegará los ojos de la pantalla hasta llegar a la última linea. Envidio un montón la facilidad que tienes para encontrar al inspiración en cualquier parte, gracias por compartir. Un abrazo
ResponderEliminarCreo que este es el relato más largo que te he leído. Me ha gustado mucho cómo has descrito esa casa familiar. Ahora, vaya con el bisabuelo y pobre muchacha, sabía cuándo le tocaría a ella y aún así disfrutó de esos 20 años de margen que le dio...bss!
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarMe has tenido literalmente pegada a la pantalla desde la primera línea, como siempre, pero admito que en esta ocasión he disfrutado con creces con el relato. No es que con los otros no me pase, pero es que has creado una historia tan y tan, a mi parecer bonita.
Cierto es que puede resultar siniestra en cierto aspecto, pero no sé, hay tanto sentimiento en ella, que disipa todo lo demás.
Gracias, por ofrecernos tan bellas historias.
Besotes
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha encantado el relato. Creo que es uno de los mejores que he leído desde que te leo. Me gusta la fábula, cómo lo ambientas y los personajes que haces todo en un texto tan corto. De verdad.
Un besote!! ^,^!!
ELEB
Saludos buen proyecto
ResponderEliminarHola guapa
ResponderEliminarMe gusta que esta vez haya sido un relato más largo, te permite entrar más en los detalles y contarnos más sobre los protagonistas de la historia pero sin perder tu esencia
Como siempre, consigues transmitir a la perfección cada sensación y emoción que creas en tus relatos
Un besazo
Hola
ResponderEliminarBuff pedazo de historia. Me ha encantado este relato pero es que las historias de seres pasados siempre me han llamado mucho la atención. La historia es hasta bonito, por fin descansará la familia unida y encima no te vas sola. Vienen a buscarte para sentirte acompañada.
Besazos
Hola!! Me ha gustado mucho también este relato y ademas que a pesar de ser mas largos que otros que has escrito, también me ha enganchado mucho la historia. Un Saludo!
ResponderEliminar¡Hola! :)
ResponderEliminarEs la primera vez que leo algo tuyo y me has puesto los pelos de punta. Creo que es muy complicado transmitir tantísimo sentimiento en una historia y tú lo has conseguido con creces. Puede que en algún momento me haya parecido un tanto siniestro y oscuro, pero el final es pura paz, serenidad y tranquilidad. ¡Estaré atenta a todos tus relatos! ¿Tienes algo de romance? Es mi género preferido sin lugar a dudas.
Muchísimas gracias por escribirlos.
Hola
ResponderEliminarUna historia realmente misteriosa y muy gallega. Me encantan esas historias de naufragios en las costas atlánticas y con un misterioso personaje que viene a llevarse a los miembros de una familia... y esa capacidad de visión infantil tan acertada.
Me ha parecido un relato tenebroso pero dotado de mucho sentimiento. Sigue dándonos más de estos.
Un beso.