20:00 PM
Llegaba tarde, no sabía
por qué no había sonado el despertador, al levantarse veinte minutos tarde todo
lo tenía que hacer más apurado, ducharse, desayunar, vestirse y salir corriendo
en busca de algún taxi, pues el autobús ya estaba perdido.
Era un fanático del
control, salirse de la rutina le producía taquicardias, ansiedad, no podía
pensar de forma clara, su vida giraba en torno a que todos los días fuesen
iguales, sin sobresaltos, durante toda su existencia había vivido bajo las
supersticiones, los cambios no figuraban en su mente.
Salió de casa creyendo
que se le olvidaba algo, cuando consiguió un taxi se dio cuenta de que no tenía
la cartera. Otra vez a correr, al abrir el billetero observó que solo tenía
veinte euros, no le preocupaba, para pagar la carrera le llegaba.
Al llegar al trabajo
observó que su taxi era el número veinte, al abrir el correo tenía veinte
mensajes sin leer, esa cifra ya le estaba produciendo angustia. Desde por la
mañana todo lo relacionado con el retraso tenía ese número.
En el restaurante donde
comía habitualmente el precio de la comanda era de veinte euros justos, opinaba
que existía una equivocación, comía allí todos los días y nunca pagara tanto
por el almuerzo.
Comprobó la factura y era
correcta, su postre habitual no estaba disponible y el que pidió era algo más
caro.
De regreso al trabajo
paró en un cajero, el cual le anunciaba que únicamente podía dispensar billetes
de veinte, quiso deshacerse de aquel número y marcó retirada de cien euros, en
la pantalla un mensaje de que su saldo actual era de veinte.
Durante el resto de la
tarde estuvo pensativo, no podía centrarse en el trabajo, anotó todas las veces
que ese número había aparecido, le salían dieciocho.
¿Qué pasaría cuando
llegase a las veinte?, parecía que una fuerza superior a él le auguraba que
algo terrible estaba por llegar. Quedaba una hora para las 20:00, tendría que
salir del trabajo, cavilaba que podría hacer, quedarse hasta más tarde o salir
y enfrentar lo que pudiese suceder. Era indicio de algo, en algún lugar
escuchara que antes de suceder algo grave se anunciaba con distintas señales
que en ocasiones no queríamos ver o hacer caso. Estaba seguro de que tenía que
contemplar todas las posibilidades, era demasiada casualidad todo lo ocurrido a
lo largo del día.
No sabía qué hacer, no
podía buscar alternativas a quedarse o irse, subió a la terraza del edificio,
desde lo alto podía divisar toda la ciudad, un gran cartel luminoso indicaba
que eran las 20:00 y una temperatura de 20 °C, sin pensarlo se lanzó al vacío.
Hola!
ResponderEliminarvaya final tiene la historia! nunca dejas indiferente, da igual el género literario que traigas al blog aunque tengo una duda: ¿por qué no esperó hasta las 20:20? qué desesperación tuvo que sentir al final, conforme se acercaba la hora con la cifra maldita.
Besos!!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBuena historia! Nos muestra como la sugestión y nuestras creencias influyen fuertemente en nuestras acciones. Muchas veces nos ha pasado algo similar y buscamos de una u otra manera darle una explicación lógica, pero lo cierto es que simplemente son casualidades en las cuales enfocamos nuestra atención.
ResponderEliminarSaludos!
Al ir leyendo recordé la película de Número 23, uno de los pocos papeles serios de Jim Carrey.
ResponderEliminarHola guapa, esperaba un final asi... no sabia si rollo suicidio o asesinato, pero cuando he visto que no aparecian mas personajes pues... me parece interesante esa idea de la predestinacion, de que todo nos empuje a y no saber que hacer en contra, desde luego no se si era lo que tocaba o no, pero interesante relato! besos
ResponderEliminarRelato trepidante. Rápido. Esperaba otro final, aunque solo fuera por supervivencia personal frente a la actualidad que vivimos. Pero la verdad, el final que has escogido era al que te llevaba el momento.´
ResponderEliminarNos leemos!
¡Hola!
ResponderEliminarNo veas que angustia me ha creado el relato, y eso que no soy de creer en eso de las señales y demás, pero la verdad es que no esperaba ese final, las cosas como sean.
La mente sin duda puede ser una arma muy poderosa, y cuando se vuelve en nuestra contra, estamos perdidos.
Besotes
¡Vaya día! La verdad es que creo que no pongo mucha atención a este tipo de cosas porque si lo hiciera tal vez también empezaría a sugestionarme, parece que había llegado su momento o no sé como explicar ese final
ResponderEliminarBuff qué pesadilla! No me puedo ni imaginar la angustia del protagonista aunque bueno algo radical el final. ¿No podría irse a dormir y ver si mañana se pasa la locura? O yo soy muy dormilona o es la actitud que habría elegido jejej
ResponderEliminarMuy intrigante tu historia.
Besazos
Me estabas transmitiendo sin ninguna duda la angustia de este chico pero me has rematado con el final, no podía haber ido a un estanco y comprar lotería acabada en 20, no, tenía que tirarse al vacío, un poco paranoico salió el muchacho, bss!
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