Sí

Dieciocho años cuando descubrió que el amor existía, ese sentimiento que se instalaba en el corazón y lo ocupaba todo, eso de lo que había oído hablar y no entendía, lo que veía en las películas y le parecía simplemente mera actuación. Ahora lo vivía ella, lo sentía, lo notaba, lo añoraba cuando no estaba junto a él.

Sentía que el mundo era bonito, hermoso, que la gente sonreía, se sentía volar cada vez que escuchaba su voz, las horas eran eternas para volver a verle. No existía nadie más en el mundo, para ella era suficiente la presencia de aquel hombre que llegó a conquistar todo su ser.

Una noche que consideró la más romántica del mundo, le dijo que si, que estaba preparada para seguir adelante, para entregarle todo aquello que por el momento era solo suyo, quería despegar de la inocencia y volar junto a su amado, olvidarse del resto del mundo abriendo su mente y su alma para él.

Una cama abierta a dos cuerpos desnudos, unas manos que despertaron sensaciones que no sabía que existían, dedos que recorrían su cuerpo buscando esas zonas inexplora...das. Besos que le descubrieron, colores nunca vistos, palabras que sonaban como música en sus oídos, electricidad que recorría su cuerpo con cada movimiento. Placeres destapados para nunca olvidarlos, gritos ahogados mientras el gozo aumentaba de nivel hasta estallar en lo que consideró la gran satisfacción de la culminación de su primera vez.

Un descubrimiento que ni la más grande de las imaginaciones hubiese podido inventar, un deleite para aquel cuerpo, alma, corazón imberbe. Un mundo nuevo, destapado de la mejor forma que nadie podría imaginar, amaría a aquel hombre mientras todo aquello durase. Ahora sabía que lo importante del amor era la complicidad, unidos en el deleite, el placer en cada mirada, las sensaciones con cada caricia, la lealtad ante la desnudez, las palabras sencillas y sinceras, el mismo camino y las mismas emociones.