Escúchame
Arrastró la silla hasta
el mueble del teléfono, se sentó y esperó unos minutos, sus pensamientos solo
estaban dirigidos hacía aquel número que marcaría y del que esperaba obtener
una respuesta.
Marcó con sus dedos
artríticos, puso el auricular en la oreja y esperó.
—¿Diga? —Al otro lado se
escuchó una voz joven.
—¡Hola! ¿Está Carmen?
—¿Quién llama?
Escuchó la voz y no notó
enfado, al contrario, le parecía un sonido tranquilo, apaciguado, cariñoso.
—Soy Adelina, y quería
hablar con Carmen ¿por favor?
—¡Lo siento mucho! pero
se ha equivocado de número, aquí no vive ninguna Carmen.
—¡Vaya!, cuanto lo
siento, es que ya soy muy mayor y seguramente me equivoqué en algún número.
—No se preocupe, a mí a
veces también me pasa, ahora estamos acostumbrados a tenerlos grabados y cuando
uso el fijo y tengo que marcar alguna vez también llegué a equivocarme.
—¡Ay hija! Que amable
eres, yo tengo ochenta y ocho años y me cuesta ver los números.
—¿No tiene a nadie que le
marque?
—No hija, hace unos años
perdí a mi marido, no tuvimos hijos y los dos estábamos sin más familia, pero
tengo que dar gracias a la vida porque he convivido con un hombre maravilloso.
—¡Cuánto lo siento, la
acompañó en el sentimiento!
—No te preocupes hija,
aún eres muy joven ¿verdad?
—Bueno, tengo treinta y
dos años.
—¿Y estás casada? —la
anciana se relajó en la silla, se puso más cómoda, le gustaba aquella
conversación
—Sí, estoy casada y mi
marido también es una bella persona, tengo una hija de dos años…—la anciana no
la dejó terminar
—Pues te deseo que la
vida te vaya muy bien, eres rica por tener una familia, no lo dudes. A nosotros
nos hubiese gustado mucho tener hijos, pero no fue posible, antes las cosas
eran distintas no existían las facilidades que tenéis ahora, pero tengo que
decir que no me arrepiento de nada de lo que hice en todos estos años, solo de
no haber podido tener hijos. Pero hemos sido un matrimonio muy bien avenido,
hemos viajado, gozado de la vida juntos, él, se tuvo que ir.
—Me alegro de que haya
tenido una buena vida, eso es lo importante.
—Sí, lo es, nos hemos
querido mucho y yo aún le quiero, lo echo mucho de menos, pero su tiempo se
acabó de forma natural, sin sufrir y tranquilo porque estaba a su lado.
—Bueno, no sé qué decirle
… ahora tengo que colgar, la niña está llorando.
—Pues ve a atenderla,
perdona por haberte molestado.
—No fue ninguna molestia,
quiere creer que me gustó hablar con usted, le importa que la llame en algún
otro momento.
—Claro que no, llámame
cuando quieras, me harías muy feliz.
—Pues hasta luego Adelina,
un beso muy grande, mi nombre es Ana.
Colgó el teléfono,
recogió la silla y se sentó en la sala satisfecha, llevaba varias semanas
intentando hablar con alguien y lo había conseguido, que saludable era escuchar
a otra persona y que esa misma persona te escuchase, sanaba la soledad, el
pasar de las horas, de los días, no le gustaba molestar, pero esos números que
marcaba al azar le ayudaban a sobrellevar el día, la noche, la tristeza, ¡ojalá!
Ana se acordase de ella y algún día la llamase. Mañana marcaría otro número al
azar y esperaba tener tanta suerte como hoy.
Precioso elogio de la vejez y la Soledad. Me ha recordado a nuestro vecino Melchor ¿te acuerdas? El también llamaba sólo por hablar. Gracias amiga
ResponderEliminarSentirse solo aun rodeado de multitud, ya sea en algún lugar o bajo el mismo techo, tiene que ser incluso peor que la soledad de la ausencia.
ResponderEliminarQué bonito!! Desgraciadamente la soledad del anciano existe más de lo que nos pensamos. A veces no tenemos tiempo de atenderlos o no le damos ninguna prioridad. Nos olvidamos de lo que ellos han hecho por nosotros y eso es egoísta. Los ancianos son sabiduría y tenemos mucho que aprender de ellos.
ResponderEliminarQué bonito y qué triste realidad a la vez... Cuántas personas mayores pasan muchísimo tiempo solas, sin hablar absolutamente con nadie. Qué tengan que recurrir a cositas así para charlar aunque sea un momento. Un relato de los que te hace reflexionar.
ResponderEliminarBesotes
Muy bonito relato y la vez triste realidad, hay gente muy sola, sobretodo gente mayor que sólo necesitan que se las escuche. Un relato, sin duda, para reflexionar. A veces sólo se necesita ser escuchado.
ResponderEliminarMe ha encantado ese relato, por desgracia es habitual en nuestra soiciedad, que los ancianos estén solos y se sientan en un estado de soledad.
ResponderEliminarEs bueno dedicar un tiempo a nuestra gente mayor, porque cuidaron de nosotros
¡Hola! Me ha emocionado tu historia. La soledad forzosa puede llegar a ser muy dolorosa sobre todo cuando ya se es muy mayor y no hay nadie con quién hablar. Muchas personas mayores viven en ese aislamiento porque vivimos en una cultura en la que ya no se aprecia a los ancianos y se les da su sitio. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarLa verdad es que me ha entristecido la historia, porque me ha hecho pensar en la de personas mayores que pasan esa fase de su vida en soledad. Sin el calor de la familia ni seres allegados.
Debe ser duro tener que enfrentarse a ello y buscar el contacto con otras personas, aunque sea en conversaciones de pocos minutos, con desconocidos.
Sin duda un relato triste, pero que aguarda una belleza en su interior.
Besotes
Hola!
ResponderEliminarQué triste es la soledad no deseada. En esta vida de prisas y de hacerlo todo rápido se nos olvida escuchar tanto a los demás cómo a nosotros mismos. Oír oímos muy bien: ruido de fondo y nada más. Precioso relato, cómo todos los que escribes, para hacernos reflexionar.
Besos!!
No importa la extensión de un relato sino la importancia de las palabras y eso es lo que has conseguido con este escrito, te hace reflexionar. Pensar en la soledad que sienten muchas personas y lo que hacen para sentirse un poco acompañadas, nos olvidamos de ellas y parecen desaparecer. Es muy triste pero refleja la realidad.
ResponderEliminarEs un relato enternecedor. Mucha gene mayor vive sola sin más familia que ellos mismos. Creo que lo que cuentas, de ser fantasía, ha pasado a ser una realidad latente después de todo lo que ha ocurrido con la pandemia.
ResponderEliminarMe ha encantado este escrito. Refleja perfectamente la soledad que sufren algunas personas mayores. Es una pena tener que marcar números al azar para poder sentir compañia.
ResponderEliminarTengo sentimientos encontrados! La vejez es indiscutible e irremediable. Me acorde de mi abue la cual es una consentida por todos, pero imaginar que hay muchas que no lo eStan... Me resulta doloroso. Gracias por tu artículo tan reflexivo.
ResponderEliminarSoy voluntaria en un centro de Alzheimer y trabajo con gente mayor. Me ha llegado mucho el relato. Ojalá hubiera más gente capaz de dar un poco de su tiempo a estas personas. No sólo ellos son muy agradecidos, sino que nosotros nos vamos a sentir mejor.
ResponderEliminarGracias por acercar esta problemática con tus letras.
Qué bonito, qué triste. La realidad de tantos! Y es una etapa que, si tenemos suerte, llegará. Un buen momento para reflexionar.
ResponderEliminarEs increíble la cantidad de emociones que puedes transmitir en tus relatos, Mar.