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Tinta en las olas
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La aerofobia o el miedo a
volar lo padecen el 29% de las personas, en algunos casos se consigue poder
subir al avión y permanecer inmóvil hasta que este aterriza en el destino. En
otros casos solo se es capaz de llegar hasta la zona de embarque.
Martina evitaba volar,
siempre que viajaba lo hacía en tren, autobús, coche o barco, el tener que
subir a un avión le producía una ansiedad que incluso podía llegar a
desmayarse. En esa ocasión tenía que hacer acopio de su valor, dejar atrás toda
esa fobia, ya que todo su destino dependía de ese viaje, la oferta de trabajo
en otro país era lo mejor que le había pasado en muchos años, se merecía ese
puesto tan importante y en especial porque era su gran pasión, años de estudio,
de carencias por llegar a pertenecer a una de las mejores orquestas filarmónicas del mundo.
La única forma de llegar a tiempo era mediante ese medio de transporte.
Superados todos los pasos
se encontraba en fila delante de la puerta de embarque, su número de asiento no
le gustaba mucho, el trece, no pensaría en ello, acomodó su maleta de mano en el
porta equipajes, en la zona de ventanilla bajo la cortinilla y cerró los ojos.
A su lado una mujer de avanzada edad la saludó mientras estiraba la mesa para
colocar varias figuras de santos al tiempo que les daba un beso y pedía que
llegasen sanos y salvos al destino.
—¿Usted también tiene
miedo a volar? —Dijo Martina cuando la mujer terminó de colocar todas aquellas
estatuas.
—No, miedo a volar no
tengo, pero ya sabes cómo es esto, lo más seguro es que lleguemos bien, pero siempre
existe una posibilidad de que algo vaya mal —la mujer tocaba la mano de
Martina, como queriendo darle ánimos.
Los motores se pusieron
en marcha, Martina comenzó a sudar, notaba flojedad en su cuerpo, estaba a
punto de salir corriendo y bajarse de aquel infernal aparato. La mujer la
volvió a tomar de la mano apretando con fuerza.
—¡No te preocupes!, cuando
nos demos cuenta estamos otra vez en tierra.
—Es la primera vez que
vuelo—dijo Martina con un hilo de voz casi inaudible—siento que me voy a
marear, siento que me desmayo, quiero bajarme.
—¡Ay querida!, ahora ya
no puedes bajarte, háblame ¿a dónde vas?
—He conseguido un puesto
de violinista en la filarmónica de Viena, es lo que más deseo.
—Pues si lo has
conseguido es que eres muy buena, por lo tanto, tienes que superar este trance,
una vez estés ahí tendrás que viajar en más ocasiones, te das cuenta como es la
vida, te pone a prueba para conseguir tus objetivos, no puedes dejarte vencer
por miedos, uno tiene que ser valiente para conseguir sus metas y su
felicidad.
—No sabe como le
agradezco sus palabras, ¡gracias, de verdad!, el que se haya sentado aquí a mi
lado me está ayudando mucho.
—Pues venga querida
duerme, cuando despiertes estarás en destino y lograrás tu sueño, hay personas
que trabajan mucho y se merecen que les pase algo bueno.
Cuando Martina notó las ruedas tocando suelo se despertó sobresaltada, el asiento de su lado estaba vacío. Buscó a la mujer en el avión y en la terminal, no la volvió a ver.
Una
azafata le entregó una caja pensando que se le había olvidado, dentro estaban todas las figuras de santos, Martina la guardó y jamás volvió a viajar sin
llevar aquella extraña caja negra preguntándose si aquella mujer fuera o no real.
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Ay Mar Mar! Jamás mientras estoy leyendo, puedo imaginar uno de tus finales. Jamás. 🌹 Aparte, esto de las fobias sí que es cosa sería, muy seria. Un abrazo cariñoso❤️
ResponderEliminarSeria... Sin acento
EliminarHay que viajar más en globo. Eso no pasa, por ejemplo, si viajas en globo.
ResponderEliminarMe ha encantado y para nada me imaginaba el final, yo personalmente nunca he viajado en avión, al menos de momento, pero espero hacerlo algún día, espero no que no entre en pánico jejje. Buen relato.
ResponderEliminar¡Cuanta gente vuela con ese miedo!. Buen relato.
ResponderEliminarUmm qué inquietante! Para nada me podía imaginar un final así. Por el título ya pensaba en una accidente aéreo o algo así pero ni imaginarme que iba a acabar así. Eres una artista!
ResponderEliminarCasi he acertado el final del relato antes de llegar al fin aunque lo de la caja con los santos no me lo esperaba así que no queda claro si fue su ángel de la guarda o una persona real.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarLa verdad es que el poder de nuestra mente es inmenso, me refiero a lo de los miedos.
Pero es necesario que poco a poco los vayamos superando, porque algunos sí son unas buenas armas para ponernos en alerta, otros nos limitan demasiado.
Sobre el relato, la verdad es que conociendo ya tu pluma me he imaginado un poco el final, eso sí, lo de la caja me deja un poco descuadrada.
No sé como lo logras pero siempre me dejas pensando jajaja.
Besores
Eran Besotes no besores, que estaba yo sumergida pensando en la mujer de la caja negra jejeje
EliminarComo siempre has conseguido sorprenderme con el final, eso si esta vez has conseguido que la próxima vez que vaya en un avión me pase el viaje buscando la caja negra y/o a un pasajero que tenga miedo a volar. Gracias por compartir tu relato, un abrazo
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