Gemelas
En una pequeña casa de un pueblo remoto, el silencio de la noche se convirtió en llantos que se escuchaban al final del sendero que, separaba las pocas viviendas que componían aquella aldea de la que nadie había oído hablar.
Una mujer con el rostro
desencajado por el sufrimiento del parto, con las manos sudorosas, miraba a la
anciana que la asistía, mientras esta le gritaba “sigue empujando, viene otro”.
Dos niñas exactamente
iguales llegaron al mundo con un minuto de diferencia, la mayor comenzó a
llorar y le siguió su hermana que paró tan pronto la primera se quedó en
silencio. Cuando acercaron a sus brazos las dos niñas, no podía dar crédito, no
existía ninguna diferencia, eran como dos gotas de agua. Aunque en ese momento
pensaba que seguramente no habría dos gotas iguales, pero sus hijas lo eran,
exactas y lo que más la asustaba era que estaban compenetradas.
La mayor abrió los ojos
para mirar a su madre, que tuvo que apartar la vista de aquel bebé que le
sobrecogía el alma, aquella mirada le producía una sensación incómoda,
tenebrosa, desagradable, sin poder explicarlo. La más joven miró a la mujer que
la trajo al mundo con esa mirada que toda madre espera, una mirada que no
manifestaba nada y sin embargo lo decía todo.
Los años pasaron y las
gemelas cumplieron ocho años. La mayor preguntó, por qué no la quería. Una
pregunta que rompía el corazón de una madre, un alma encogida por la tristeza
que le causaba ese desapego, por no poder sentir el mismo cariño por las dos. Intentó
mantener su mirada, le cogió la mano al tiempo que le respondía, “claro que te
quiero, eres mi hija”. Realmente no sabía lo que le pasaba con esa niña, mirar
a la pequeña era todo amor, toda sensibilidad, pasión por abrazarla, por
peinarle su largo cabello, una necesidad de no querer apartarse de ella y una
sensación de culpa por no sentir lo mismo por la primogénita.
Reina y Princesa cumplieron doce años y antes de la fiesta salieron a bañarse al río. Solo Princesa volvió, de Reina nunca se supo nada, su cuerpo jamás apareció y su hermana decía que el río se la había llevado que no pudo salvarla, que lo intentó con todas sus fuerzas y que vio como desaparecía bajo las aguas.
Una madre lloraba la pérdida
de una hija mientras abrazaba a otra, en su corazón sentía una tristeza de
culpa cuando pensaba que al menos le había quedado la hija cariñosa, buena,
sensible, la de la mirada sincera. Esos pensamientos la carcomían, cuanto más
pasaban los días más culpable se sentía, no querer a las dos por igual era un
sentimiento demasiado terrible.
Princesa quería ser Reina
y desde el primer momento que vio la luz del día y que descubrió que no estaba
sola, se propuso conseguir que todos se apartasen de su hermana. Logró que la
atención solo fuese para ella, su maldad se apoderaba de todo lo que se interponía
en sus intenciones. Tenerlos a su merced solo lo podía lograr apartando a Reina
de su camino, separando a la niña buena, cariñosa, del amor de su madre. Cuanto
más crecían más le costaba dominarla y no podía permitir que descubriesen su
negro corazón, sus entrañas enfermas de celos y odio.
Una madre perdió a su Reina sin poder descubrir el alma pura que habitaba en su interior. Princesa pasó a ser la reina de la casa, aprovecharía todo lo que pudiese antes de sacar su verdadera personalidad. Tenía un plan para todos aquellos a los que no pudiese tener bajo su voluntad.
Un relato escalofriante !... lo que parecia al principio , se giró por completo al final . Gran suspense !.
ResponderEliminarSaludos ;)
Si es que no hay ningún monarca bueno.
ResponderEliminarwow...un relato estremecedor, muy bien logrado. Te felicito.
ResponderEliminarUy un relato muy bueno Princesa da miedo. Te mando un beso
ResponderEliminarSuper relato Mar! Qué manera de tejer una historia, tremenda historia. Felicidades de corazón, está impecable. Y quizá haya una segunda parte, veremos. Un abrazo gigante y feliz inicio de semana..
ResponderEliminarDe película este relato y por demás de tenebroso!!!
ResponderEliminarsi bien está centrado en las gemelas me hizo pensar mucho en las madres que tienen distintos sentimientos muy marcados hacia sus hijos , sin causa aparente, hay muchos casos y eso en verdad trae a la larga problemas entre los hermanos( bueno ...no al punto del relato eh??? jajajaj). Como siempre muy bien narrado y en tu salsa diríamos por aqui!!!Besossss Mar.
Me gustó el relato, y me gustó tu blog, te sigo.
ResponderEliminarMe encanto!!! 🖤🖤🖤 siempre las gemelas dan para relatos de terror 🤩 ese final espectacular.
ResponderEliminarUn besote desde Plegarias en la Noche
Que gran final, me enganche desde el principio espero, de los que he leído en tú blog esté es mí favorito. Saludos y bendiciones.
ResponderEliminarAwesome pic
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarM han gustado mucho los giros que has ido dando en la historia. Sobre todo me ha gustado cómo se sentía la madre y cómo reflexionaba sobre ese sentimiento. Enhorabuena por tu relato.
Un besote!! ^,^!!
ELEB 💜
¡Hola!
ResponderEliminarMadre mía, que relato tan sobrecojedor ¡eh!
Y menudo giro le has dado. Vamos que he tenido que releerlo por si me había perdido algo porqué no daba crédito. Vamos que has sabido jugar a la perfección con la historia y con los que te leíamos. Si es que al final, no todo es lo que parece en un principio, ¿verdad?
Enhorabuena, un relato excelente.
Como siempre, un placer leerte.
Besotes
Vaya historia! Escalofriante! Da pie para una película o un buen libro de misterio
ResponderEliminarComo se suele decir, ni el malo es tan malo ni el bueno tan bueno, al menos en este caso. Supongo que aunque se intente no se puede querer a todos los hijos por igual, aunque aquí se equivocó al elegir su ojito derecho,bss!
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