El padre sin hijo
La noche prometía la tormenta del siglo, a lo lejos se escuchaban truenos y se podía divisar el resplandor que dejaban los relámpagos. Comenzaba a llover y a levantarse viento. Según las noticias el huracán estaría encima en menos de media hora.
Solo le quedaban dos ventanas por tapiar, y ya luego podría correr hacía el refugio que había construido bajo la casa. En donde disponía de todo lo necesario hasta que la tormenta pasase de largo.
Recogió unas mantas y pan
recién hecho de esa misma tarde, se puso el chubasquero y se dirigió hacia la
única zona segura.
—¡Hola hijo!, ¿estás
bien?, parece que este huracán va a ser de los importantes, ya cuesta caminar
con el viento, pero bueno, aquí estaremos seguros.
Se fue hacía el hornillo
dejando el pan sobre una pequeña mesa de madera trabajada con sus propias
manos, abrió unas latas de garbanzos y las puso a calentar. En la radio por
momentos se escuchaba a una mujer diciendo como iba el tiempo, sobre donde
estaba el ojo del huracán y todos los destrozos que quedaban a su paso.
Ese año ya llevaban dos
grandes tormentas, no había sido una buena elección trasladarse a esa zona, los
azotes del tiempo destrozaban propiedades y familias, dejando solo desolación a
su paso.
Una casa reformada poco a
poco con sus manos, siempre ayudado por su hijo, que se había hecho ya un
hombrecito y que adoraba aquella tierra.
Escuchó como hervían los
garbanzos, apagó el hornillo y sirvió dos platos que depositó junto al pan.
—¡Vamos hijo!, comamos
algo y luego dormiremos, si es que este ruido atronador nos deja hacerlo.
Siempre había querido
hacer los garbanzos como los de aquellas latas, por el contrario, nunca le
salían igual, mientras llevaba la cuchara a la boca, pensaba, en que le
echarían para que tuviesen ese sabor tan bueno.
El día amaneció
despejado, en calma, la bestia continuaba su camino hacia el norte. Esperaba
que la casa no hubiese sufrido muchos daños, se sentía cansado de tantas
reparaciones.
Recogió en bolsas los
desperdicios, miró a su hijo con ternura y comenzó a subir las escaleras que le
llevarían de nuevo a lo cotidiano.
En un camastro al fondo
del refugio, tapado con dos mantas, un delgado cuerpo momificado descansaba, la
cabeza apoyada sobre una almohada raída y amarillenta por una esquina y por la
otra con restos de sangre reseca.
¡Que triste! Y el padre sin hijo sólo podía sobrevivir manteniéndolo "vivo" de esa manera. Siempre un gran relato. Besos Mar! Lindo domingo.
ResponderEliminarQue tristeza, me encantó tu relato ❤
ResponderEliminarEstupendo relato! Saludos!
ResponderEliminarDesde el primer renglón, encuentro una narrativa envolvente… quiero leer más rápido para saber lo que ocurre más adelante.
ResponderEliminarExquisita lectura, destacando la descripción de la locación, la atmósfera que acompaña el momento, la tensión que se respira, los desplazamientos del protagonista, incluso sus pensamientos triviales respecto a la comida o los compungidos referente a la mala elección de viajar a una zona de huracanes.
El final, no lo vi venir, pero sí que golpea (no lo esperaba).
El dolor de haber perdido a su “retoño” en el vendaval pasado lo dejó desquiciado y en su desvarío bloquea la realidad de su muerte aferrándose a la quimera de “seguir juntos como si nada hubiera pasado”, interactuando con los restos momificados de su hijo como si aún estuviera con vida.
Y así me lo hiciste creer y sentir (hasta los últimos renglones), como si ambos estuvieran vivos, sobreviviendo a los violentos estragos del viento y la naturaleza.
Excelente obra, aplausos a tu trabajo… ¡Felicitaciones!
Y gracias por compartir tu talento.
Um super artigo, gostei de ler.
ResponderEliminarDesejando uma feliz semana.
Um abraço.
Realmente muy buen relato, triste, no me imaginaba el final, felicitaciones, un abrazo y buen comienzo de semana. Patricia F.
ResponderEliminarTriste y perturbadora historia. Hay dolores que nos pueden volver locos . Te mando un beso
ResponderEliminarPero ahora ya estaba preparado, no volvería a pasarle nada como eso.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Asistencia profesional para ese pobre hombre. Puede que aún estemos a tiempo de salvar su mente.
ResponderEliminarunfortunately....
ResponderEliminarsad story, but love to read it....
Have a wonderful day
Entiendo el ambiente del relato, me tocó vivir muchas experiencias fuertes con los huracanes cuando viví en la costa de mi país: México. Tu relato acaba siendo una historia muy triste, pero a la vez llena de amor. Un amor que no muere y que trasciende todo. Me gustó. Saludos.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarComo siempre me has sorprendido con el final, aunque debo confesar que en esta ocasión me ha parecido tan triste.
Como el padre se agarra a su hijo, a lo que un día tubo, a sus recuerdos a lo que quería que estuviese viviendo.. No se, se me ha roto el alma.
Un placer leerte, ya lo sabes.
Besotes
Uma boa história que gosto de ler, mas triste!
ResponderEliminarTenha uma boa continuação de semana.
Um abraço.
Tremendo, va desgarrando sin darte cuenta dentro de la historia dejándote llevar y luego, la desolación del huracán, que se va llevando la vida, que se la fue llevando así por ráfagas
ResponderEliminarNo sé, es impresionante.
La historia es triste, sí, pero el relato, estupendo.
ResponderEliminarUn beso.
Buff me ha puesto la piel de gallina. Un relato desgarrador y durísimo. No me puedo ni imaginar lo duro que debe ser vivir esa situación. Muy triste
ResponderEliminarTus narrativas son siempre envolventes y dejan con ganas de más, me ha encantado, me imagino esa situación desgarradora, a mi por suerte no me ha tocado nada parecido pero tiene que ser horrible. Enhorabuena por hacernos sentir cada relato, deseando leer más. Un abrazo!
ResponderEliminarNo me esperaba ese final. Me genera tristeza y a la vez algo tétrico.
ResponderEliminarMuy bueno el relato.
Felicitaciones
Hola nena, me has dejado sin palabras, lo he vivido tan a flor de piel, que tengo un mar de sensaciones, ya deberías de publicarlos, y no hablo de un blog sino en un libro, sería tu fan numero 1, pues describes perfectamente los detalles que es como si lo estuviera como espectadora directa.
ResponderEliminarUn tema fuerte y creo que sensible por los huracanes son situaciones de la naturaleza que de una u otra manera conecta con las vivencias directas o indirectas. Ya espero el próximo.
Desde el principio, a raíz del título, pensaba o bien que su hijo le había abandonado o que realmente nunca había tenido uno y era una obsesión. Veo que es casi peor de lo que pensaba, hay que marcar distancia con lo que nos duele y él no hacía más que mantenerlo "vivo",bss!
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