La sombra
Era noche cerrada, la
luna brillaba en lo alto y dejaba escapar unos rayos de luz, hacían que el
camino pareciese menos sombrío. Había salido a pasear, le gustaba la noche,
caminar sin nadie por la calle, por el parque, por el jardín. Inmerso en sus
pensamientos, todas las noches a la misma hora salía a dar su paseo, lloviese,
tronase o fuese una noche de luna, que eran las que más le gustaban.
Había caminado durante
media hora, le quedaba otra media para cumplir con su rutina, y, de repente, su
sombra, comenzó a moverse de izquierda a derecha, de norte a sur, se quedó
petrificado, miró a los lados y no había nadie, sin embargo, su sombra seguía
moviéndose como si tuviese vida propia.
Su cara se volvió blanca
como la nieve, su corazón parecía que se había parado, la sangre no le corría
por las venas, estaba muerto de miedo. Dio un paso al frente y su sombra
comenzó a correr, se paraba y regresaba junto a él. No lo podía creer, pensaba
que le tenía que estar dando un derrame cerebral, eso no era posible.
Corrió cuanto pudo hasta
casa, miraba de reojo a su sombra, viendo como esta le hacía burla, entró en
casa y encendió todas las luces, sabía que con luz no habría sombras. Se sentó
en el sofá e intentó tranquilizarse, tanto que se quedó dormido.
Llegó el día, y como
hacía siempre, se quedó en casa, sin hablar con nadie, no le gustaba la gente,
no quería tener amigos, solo quería soledad. A lo largo del día le dio vueltas
a lo que había pasado, decidiendo que esa noche no saldría, ¿y si le volvía a
suceder?
Durante una semana no
salió de casa, mantuvo todas las luces encendidas, el temor lo dominaba.
El octavo día estaba
mirando la televisión, sentado en su sofá, y la sombra se sentó a su lado. De
un salto se puso en pie y la sombra seguía sentada.
—¿Qué es lo que quieres?
—Dijo con voz casi inaudible, aterrorizado por el miedo.
—Quiero ser la sombra de
un tío alegre, eres el tío más aburrido que le podía haber tocado a una sombra,
siempre haces lo mismo, me he cansado de seguirte, como no cambies, voy a hacer
lo que me dé la gana.
—¡No puede ser!, una
sombra no puede estar hablándome.
—¡Pues claro que estoy
hablando!, espabila, sal, diviértete, la vida es corta, hay que vivirla al
máximo, exprímela que no tendrás más oportunidades. Como no salgas, y te diviertas, te vas a
quedar sin sombra, prefiero andar sola, antes que con un aburrido como tú.
No podía creer lo que
estaba escuchando, al día siguiente, salió de día a la calle, caminó entre la
gente, compró en el supermercado, tomó un café en una terraza, y se sintió
bien, descubrió que había más mundo fuera de su casa, se propuso descubrirlo
acompañado de su sombra.
Me encantó esta historia tiene una alegoría bien bonita de verdad que me gustó mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias Jessica. Me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarHola! Me encanta lo que escribes y cada detalle, me imagino que estoy en esa situación tan sublime y muy detallada que cuentas. Además de bonita tu escritura también la reflexión que deja, creo que el que puede leerlo tendrá su reflexión propia, eso es la parte más bonita de todas. ¡Excelente post!
ResponderEliminarMuchas gracias Nadia Argote, a mi me encanta que haya gustado.
ResponderEliminarEs una historia de cierta forma divertida y con una buena moraleja supongo. estoy de acuerdo hay que salir, vivir y disfrutar sino no estás viviendo.
ResponderEliminarHola guapa
ResponderEliminarMe ha encantado el texto pero sobre todo lo que transmite. Es un mensaje muy bonito, la vida está para disfrutar! No hay que quedarse estancadx.
Gracias por compartir tu escrito.
Un besote.
Que buena la historia, tan natural y real. Me ha aguantado. Te felicito y te animo a seguir escribiendo.
ResponderEliminarResultó una sombra muy sociable... Muy buen relato, nos llama a reflexionar sobre lo corta que es la vida y que debemos disfrutarla. Muy buen relato, saludos.
ResponderEliminarExcelente relato que contiene un importante mensaje: vivir la vida y aprender a disfrutarla. Qué maestría convertir un relato de terror en una fábula. Un abrazo, Mar!
ResponderEliminarHola? Soy Maty, la sombra no me deja poner mi nombre. Me encantó este relato Mar, disfruté mucho de la dulzura con la que se desarrolla toda esa invitación y reflexión para vivir la vida! Un abrazo muy fuerte.
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