En un mundo perfecto no
existiría la soledad, la enfermedad, la soberbia, la maldad. Viviríamos felices
cada uno con su vida.
No es un mundo perfecto,
pero es nuestro mundo, el que creamos, ¿lo podríamos mejorar?, por supuesto,
creo que la mayoría lo intentamos.
Desde que se declaró la
alerta sanitaria, nuestras vidas cambiaron la forma de pensar, de actuar, de
vivir. Las familias permanecieron juntas en sus casas, los padres comenzaron a
conocer a sus hijos y los hijos a sus padres. Las parejas con valores fuertes
salieron reforzadas, otras parejas descubrieron que no tenían nada en común,
que solo se soportaban cuando no se veían tan a menudo. A pesar de continuar en
alerta sanitaria la libertad comenzó a descubrirse, algunas personas salieron a
la calle como si no hubiese pasado nada, como si el virus no fuera con ellos,
sin pensar en todo lo que podían llevar a su casa, en todo el daño mortal que
podían causar, es duro, pero es la realidad.
Hace unos días una mujer
que se salvó después de estar muchos días en la UCI, relataba su experiencia,
mientras la escuchaba se me venía a la mente lo valiente que había sido, la
lección que nos estaba dando, salir, sí, pero con cuidado. Como ella muchos
otros que aún siguen en recuperación seguramente asombrados de todo lo que ven
en la calle.
Quiero pensar que somos más
listos que el virus, nosotros no lo podemos ver, pero él si nos ve y se agarra
al cuerpo como una lapa intentando destruirlo, por ello no entiendo el ansia de
salir sin protegerse, sin distancia, sin precaución.
El día 16 de mayo por
primera vez salí de mi casa, llevaba más de 60 días sin ver a mi madre, fue una
alegría llegar y verla en la puerta de su casa, viva, no la abrace, ni la besé,
porque quiero que siga así, viva por muchos años. Otros no pueden decir o hacer
lo mismo, por eso cuando la miré, pensé en todos esos hijos que ya no volverán
a ver a los suyos, porque el virus se los ha llevado, a esos padres que no
pueden ver a sus hijos porque llegó el Covid-19 se los arrebató, no pude reprimir mis lagrimas, pensando en la suerte que tenía y recordando a los que se habían quedado en el camino.
Con todo esto no quiero hacer sentir mal a nadie, ni que nadie interprete mal mis palabras, simplemente quería dejar constancia que el 16 de mayo fue un día muy especial.
¡Hola!
ResponderEliminarMe alegro muchísimo de tu experiencia. Sobre la reflexión que nos ofreces, estoy contigo, la verdad es que salí el día 2 ilusionada por poder moverme con cierta libertad, mi cuerpo lo necesitaba. No he vuelto ha salir, me he sentido muy decepcionada por quienes me rodeaban. Ahora, poco a poco vuelvo a creer, pero cuesta. Espero que, como dices, seamos más listos que el virus. Gracias por compartir tus reflexiones con nostras.
Un besote!! ^,^!!
ELEB
Lo siento, pero visto lo visto, el virus es más listo que nosotros. Estoy ya cansada de ir por la calle y cruzarme con gente sin mascarilla, incluso hoy que ya es obligatoria, y que todavía te miren mal por llevarla...Sigo tocando madera para que no nos pille, ojalá...bss!
ResponderEliminar@blogbudz very nice and informative..its nice blog...
ResponderEliminarQue inspirador me conmovió
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarLa verdad es que este virus ha sido para muchos como una bofetada en toda la cara y con la mano abierta.
No sé, soy de las que piensa que si la raza humana actuase de otra forma en términos generales, nos ahorraríamos muchos de esos bofetones. Bofetones los cuales reciben unos por culpa de otros.
Solo espero que todo esto sirva de algo. Y que no nos conformemos con volver a una nueva normalidad, sino que de verdad empecemos de nuevo y aprovechar esa nueva oportunidad (y ya van unas cuantas).
Besotes