Libertad condicional

 


Libertad condicional

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Llegó una tarde soleada, en una mano la maleta y en la otra una caja forrada con papel de regalo. Había recorrido desde la estación toda la larga calle con pasos cortos mirando a un lado y a otro, las mejoras realizadas en el pueblo donde había nacido. Se fijaba en las nuevas edificaciones, los prósperos negocios, las grandes urbanizaciones, comprendió que, a pesar de todo, el mundo seguía adelante, con él o sin él, nada se paraba.

Observó el nuevo color de la casa natal, las nuevas ventanas, lo cuidado que estaba el jardín, la ropa tendida que desprendía un olor al jabón, que siempre usaba su madre, eso le trajo recuerdos de una triste niñez y complicada adolescencia. Todo era sombrío en aquellos extraños tiempos, situaciones precarias para muchos de los que con ilusión llegaron para quedarse a formar un hogar, dotando aquel pequeño pueblo de vida.

Ahora los tiempos eran distintos, lo notaba solo con mirar a la gente con la que se cruzaba, a él también le miraban, llevaba ropas antiguas, prendas que nadie hubiese cogido de encontrarlas en la calle.

No supo cuánto tiempo estuvo mirando la casa, una rara sensación le corría por las venas hasta acumularse en su corazón pasando a sus extremidades, que le impedía moverse.

Permaneció solo veinte largos años, sin contacto con nadie de su familia, alejado de su tierra, repudiado por sus padres. No estaba seguro de lo que hacía allí delante, ¿esperando?, no sabía lo que, sin embargo, no movió ni un músculo hasta que la puerta se abrió, y una mujer bastante mayor salió a recoger la ropa tendida.

En un principio no se fijó en aquel hombre plantado delante de la propiedad, por unos segundos creyó ver un fantasma, tras mirarlo detenidamente, se dio la vuelta y continuó con su labor.

Él, notó su nerviosismo, sabía que lo había reconocido, no tenía ninguna duda de que no estaba perdonado, que pese a pagar y cumplir su condena continuaba rechazado por aquellos que eran su familia.

Allí estaba su madre, y allí estaba él, ninguno dijo nada, a pesar de estar deseoso de abrazarla, de pedirle perdón, de sentir que lo perdonaba, advirtió que ella no se conmovía, ya no tenía un hijo y con ese desdén se lo demostró. No volvió a mirarlo, cerró la puerta de la casa mientras él continuaba muriendo por dentro, desgarrándose el alma en miles de pedazos tan dolorosos, que pensó que caería muerto en donde había nacido.

Apoyada contra la puerta una madre lloraba con el corazón encogido, tapándose la cara con las manos para que nadie escuchase el llanto de dolor que le invadía cada fibra de su piel. 

Dos hijos hermosos salieron de su vientre, y ahora no tenía ninguno, uno era Abel y el otro Caín.


Libertad



Comentarios

  1. Uno, el siervo de su Señor. El otro, el que se reveló. Después todo vino rodado.

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  2. Triste Historia, sobrecogedora.
    Gracias Mar 😢💕💕💕

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  3. Historia muito triste. Uma grande reflexão.

    Bom final de semana!

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  4. Triste historia , te mando un beso

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  5. ¡Hola!
    La verdad es que me has dejado sorprendida con el final del relato. Vamos, ni por asomo me hubiese imaginado que fuese como una adaptación a la archiconocida historia que todos conocemos de los primeros hermanos (supuestamente) de lo que se conoce como humanidad.
    Soy de las que cree que todo el mundo se merece una segunda oportunidad, pero cuando hay temas de sangre de por medio, en eso soy muy radical.
    Así que, la condena de Caín, es más que justa, aunque no lo es el dolor de la madre.
    Besotes

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  6. Me has dejado a mí también con el corazón encogido.

    Un abrazo,

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  7. Uma história triste, que aperta o coração.
    Por vezes a vida contraria toda a lógica e deixa que os afetos sejam amordaçados!
    Gostei muito do teu relato!

    Un abrazo!

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  8. Passando para desejar feliz nova semana e um feliz mês.
    Beijo

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  9. Ufffffffff qué duro.

    Abrazote utópico.-

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