El sombrero
La
primera visión que tenía al entrar en casa era el perchero donde colgaba el
sombrero marrón. Ella creía que era lo primero que veía, sin embargo, en su
interior sabía que era lo primero que tenía que mirar, comprobar que seguía
allí, que no había desaparecido.
Fuera el primer regalo que le hiciera a su amado, que, por aquel entonces, simplemente comenzaban a conocerse. La lluvia era intensa y el primer paseo donde él intentó rozar su mano, si hizo a carreras hasta llegar a un puesto que vendía paraguas, sombrero, bufandas.
Compró dos, se lo colocó en la cabeza y lo
miró. Le sentaba bien, sin ninguna duda, sentía que aquel sería un regalo
especial que ambos siempre recordarían, más, porque él la besó y ella se dejó
besar.
Después
de aquello, el amor no tardó en llegar, se instaló en cada uno de ellos de
forma muy similar, fueron cómplices de lo que significaba una caricia, un beso,
un despertar.
Colgó
su sombrero al lado del marrón, lo movió para que los dos se tocasen, era como
un ritual, pensando que, si lo hacía muchas veces, él regresaría y todo
volvería a ser como antes.
En
algún libro había leído que las almas gemelas se encontrarían y se amarían
eternamente. Que siempre estarían juntas, que nada ni nadie los separaría.
Recordando, suponía que ese no era su caso, ahora él ya no estaba a su lado, no
podría despertar y mirarle, ni besarle, ni abrazarlo, ni decirle cuanto le
amaba. La dejó sola en aquella casa donde a lo largo de los años vivieron
sacando partido al amor encontrado.
Le pareció escuchar la puerta de la entrada, ese mismo ruido que él hacía cuando llegaba. El corazón le dio un vuelco y se tuvo que sentar para no desfallecer, mantuvo la respiración esperando escuchar sus pasos hacia el dormitorio.
Los
latidos no le dejaban espacio para nada más, deseaba que, en cualquier momento,
él abriese la puerta y el tiempo se detuviese, comenzando desde aquel fatídico
día en el que tuvo que aprender a vivir en soledad.
El
silencio resultaba aterrador, se movió por la casa muy despacio, rezando para
encontrarlo de frente, al llegar al perchero, el sombrero marrón ya no estaba,
el otro sombrero se balanceaba de un lado a otro, como si tuviese vida propia y
sintiese la angustia de no volver a tener compañía.
Desde
la ventana lo vio partir, hacia aquella mujer que lo esperaba en el coche y que
ahora sería a quien amase.
hACE TIEMPO QUE NO LEIA ALGO TAN BELLO
ResponderEliminarTAN SIMPLE
TAN TUYO
nO
DEJES NUNCA NUNCA DE ESCRIBIR
mUCHA
Qué hacer cuando se acaba lo que había. Debía ser un sombrero tan importante para aquella persona, como la mochila para Pocholo.
ResponderEliminarUy que tierno relato. Me gusto mucho. Te mando un beso.
ResponderEliminarMe gusto es un triste y melancólico relato. A veces solo nos quedan los recuerdos y las cosas que que dejamos. Te mando un beso.
ResponderEliminarEntretenido y bello relato, enhorabuena por captar nuestra atención. Un saludo de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO.
ResponderEliminarHola! me gusto mucho el relato. Besos
ResponderEliminarMuy buen relato, me gusta el simbolismo de los sombreros, un amor que fue pero que mientras los sombreros estén juntos hay esperanza. Desgraciadamente no habría futuro, la separación es dolorosa pero quizás es un parte aguas, hay que recomenzar. Saludos.
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