El cuarto B

 El cuarto B

Los fantasmas existen, son esas sombras que se dibujan en la oscuridad, en la soledad, pues es raro ver fantasmas cuando estás acompañado o cuando luce el sol en todo lo alto. Es posible que la mente juegue con ese miedo a lo desconocido, a los terrores inculcados en la infancia, o simplemente a creer que hay algo más allá de lo conocido.

Si en algún momento, cuando la noche acecha, la visión de un fantasma puede llegar a crear tanto miedo que la mente no es capaz de reaccionar o, por el contrario, responde de la forma que menos se espera.

Tanto unos como otros, independientemente de la fe, de las creencias, de la cordura, el miedo siempre está ahí, en unos más que en otros, o simplemente se gestiona de distintas formas.

Poner en duda la propia visión de un fantasma es no aceptar que existen, no considerar que lo que estás viendo es una realidad, da igual que se froten los ojos mil veces, si el fantasma quiere estar ahí, ahí se va a quedar.

La escalera del cuarto parecía un buen lugar para la visita inesperada de aquel ente casi transparente que se paseaba por todo el rellano con su traje gris, bien planchado, camisa blanca y corbata en un gris más oscuro, con unas motitas en color lila.

Era la primera aparición que veía, se quedó petrificado al ver como aquel espíritu pasaba por su lado, haciéndose el interesante, mostrando una actitud indiferente, sin mirarle. Cuando sus piernas obedecieron, entró en el cuarto B, a toda prisa, miró a través de la mirilla, allí seguía en pleno movimiento.

Llamó a la familia e incrédulos se echaron a reír. Solo cuando se fijaron que su cara estaba blanca como la cera, comprobaron que era cierto, ellos también lo veían.

Ya podía asegurar que no estaba loco, todos eran testigos de la presencia inexplicable de un hombre que jamás habían visto, y que ahora se apoderaba de un espacio que no le pertenecía. Recorría aquellos pocos metros de un lado a otro, creando una expectante curiosidad, por descubrir que quería o porque estaba delante de su puerta.

En pocos minutos un nuevo espectro se unió al primero, parecían conocerse, por su actitud algo tramaban, parecían dispuestos a quedarse en aquel rellano.

—Perdone la espera, he cogido un atasco. Ahora mismo le enseño el único piso que nos queda vacío en este edificio, es este el cuarto B.