El patio
“El patio de mi casa, es particular, cuando llueve se moja, igual que los demás... agáchate” …
Escuchaba la canción en varias
voces infantiles, al mismo tiempo que lo introducían en la cámara frigorífica
número siete de la sala del forense. Escuchó cerrar la puerta y se encontró con
la total oscuridad, sin movilidad y también tenía que reconocer que el único
dolor que percibía estaba en su cabeza, se sentía atrapado en un cerebro que no
obedecía órdenes, una masa que, aunque activa era inútil.
No sentía frío, pero si un
terror indescriptible, una impotencia demoledora. Cerró los ojos, qué tontería
pensaba, no sabía si los tenía cerrados o abiertos, aunque si había notado como
una mano le había empujado sus párpados hacia abajo.
Intentó mantener la calma, se
centró en la canción que cantaban aquellos niños que no podía ver, un cante que
el mismo había cantado cientos de veces jugando en la plaza de su barrio.
Cantar aquella canción junto con sus amigos y compañeros de clase le gustaba
mucho, se reían, jugaban, saltaban y lo que más satisfacción le producía era
bañarse en las frías aguas del río que cruzaba un pueblo, que hacía años que no
visitaba.
Recordaba los campos cubiertos
de trigo, el bosque frondoso, los cientos de pájaros que iban y venían
dependiendo de la estación. Familias enteras recogiendo el grano para luego
venderlo a la enorme fábrica, que se levantaba al final del pueblo y que daba
trabajo a numerosas familias.
Escuchó un ruido dentro de la
bolsa negra que cubría su cuerpo, era como un zumbido, algo más estaba allí
atrapado, algo que reconoció cuando se le posó en la frente, una mosca azul de
esas que parecen gigantes, e intentaba escarbar en una piel que poco a poco
acabaría descomponiéndose.
Odiaba a las moscas, los
mosquitos, cualquier insecto que se posaba en el cuerpo como si le
perteneciese. La mosca parecía saber que allí se pondría las botas hasta que
cientos de ellas naciesen en su propia carne.
La puerta de la cámara se
abrió y notó el movimiento de la camilla, la apertura de la cremallera y se
sintió aliviado, pues la mosca salió volando, dando un susto de muerte al
celador en prácticas que iba dispuesto a prepararle para la autopsia.
Un fuerte golpe con un pesado
cuerpo que se desvanecía hizo que la camilla volcase y el cuerpo del presunto
difunto diese de bruces contra el suelo, despertando su cerebro y levantándose,
esta vez la catalepsia había durado más de lo esperado.
La puerta de la cámara número
siete se cerró de nuevo con el cuerpo sin vida del celador.
¡Catalepsia! Qué pesadilla. Y el velador, muerto. Intriga de principio a final. Estupendo Mar, un abrazo y felicitaciones 🥰🌹
ResponderEliminarPobre celador; le preguntaban sus familiares y amigos que qué tal era aquel trabajo. Y él contestaba que estaba de muerte.
ResponderEliminarMe encantan las historias de catalepsia😉 excelente! !
ResponderEliminarQué mal debe ser tener esa enfermedad y sufrir un episodio similar. Me ha encantado ese comienzo dulce e infantil en contraste con el terror. Excelente final! Enhorabuena, Mar! Besos!😘😘
ResponderEliminarMu buen relato entre el terror y el asombro. Me gusto mucho. Te mando un beso.
ResponderEliminarGenial relato entre el terror y el asombro. Citu https://enamoradadelasletras.blogspot.com/
ResponderEliminarExcelente o teu relato. Eu gosto muito de textos fortes, que despertam dentro de nós emoções intensas, muitas vezes aterradoras e assombrosas! Gosto de sentir essa adrenalina!
ResponderEliminarGostei muito do teu texto!
Un abrazo!
Hola,
ResponderEliminarUn relato muy bien construido y perfecto para mantenerte en vilo, me ha encantado.
Besos desde Promesas de Amor, nos leemos.
door open and close is signs of mystery and scary in the story....
ResponderEliminarexcellent writing... love it
Para evitar cuestiones como estas es que he decido no morir.
ResponderEliminarEspero poder cumplir con mi palabra.
Saludos,
J.