Abrázame hasta morir

 

Abrázame hasta morir

Alargó la mano hacia la derecha, tocó algo duro con una textura suave y fina, la sensación no era desagradable, sin embargo, una percepción que no podía describir la obligó a apartarla de inmediato.

La oscuridad era absoluta, por más que intentase ver, en aquel lugar no entraba ni un rayo por muy pequeño que fuese, para poder descubrir que sitio era aquel, que era lo que había palpado, si era real o estaba soñando. 

Presentía un desenlace sin vuelta atrás, un arranque de ira y dolor con consecuencias impropias de una persona cabal y sensata. Aquella penumbra se la había ganado, de eso estaba segura. 

Recordaba claramente el día anterior, se había arreglado con su mejor vestido, tres horas para peinarse y maquillarse, todo por él. Le daría otra oportunidad de las muchas que ya le había dado. El motivo era claro, no podía dejar de quererle, le amaba con todo su corazón, con cada poro de su piel. Salió de casa en busca del hombre que le hacía sentir todo aquello que nunca había sentido con nadie. Caminó los quinientos metros temblando por el simple hecho de que la tocaría y se volvería loca de amor.

Esa sensación, mientras llegaba al destino, la sentía en su piel, solo con el pensamiento, su mundo se centraba en aquel ser que la hacía vencerse a la pasión. Desde unos metros memorizó aquel rostro que le parecía tan hermoso, aquel cuerpo que tantas veces había acariciado, aquellas manos que cada vez que la abrazaban, el mundo se paraba y no existía más universo que ellos dos.

Al llegar a su lado y con nada más mirarla se abrió ese mundo de luz y millones de mariposas revolotearon, cantando la canción más bonita de la tierra. El sol abrió las nubes para iluminar todas aquellas sensaciones inexplicables y, sin embargo, tan reales como la creación.

Bajo la lobreguez, su cuerpo se estremeció pensando en toda aquella magnitud de sentimientos. Al momento, se estremeció recordando y el terror la invadió de inmediato. La tarde no había acabado bien, él volvía a dejarla, diciéndole que no la amaba, que no podía ofrecerle más, que tendrían que dejar de verse, que sus sentimientos le pertenecían a otra.

Que esa sería la última noche que pasarían juntos, y ella aceptó. En su mente rota por aquellas palabras, por la forma de decirlas, por aprovecharse de su amor, ofreciéndole una velada más, sabiendo que le sería imposible negarse, le pareció una hipocresía y a pesar de ello, le regaló una noche que nunca olvidaría.

Le sonrió mientras le seguía en busca del placer que le daría, y esta vez sería para siempre, no habría otras oportunidades, ella lo sabía y él lo supo cuando ambos despertaron en el fondo del mar.